Vigila tu sombra, nunca sabes quien puede volver a buscarte. - Zero.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Ilustraciones de Zero, Alfa y Amara

Hace bastante tiempo pedí a Juan (http://juanpimpampum.blogspot.com/) unas ilustraciones de algunos personajes y a finales de Junio me las envió. No las he colgado antes porque como estaba la historia parada me parecía mal subirlas sin más pero con la subida del capitulo 20 me ha parecido un buen momento.

Aquí tenéis:

ZERO

ALFA

AMARA

Me gustaría que opinarais sobre las ilustraciones y dijerais si los imaginabais así o de otra forma.

Agur! Leer más...

Cap 20 - Canela

Después de muchísimo esperar aquí tenéis el capitulo 20 con una clara mejoría en la forma de redactar, al menos a mi parecer. Disfrutad ;)

Era una noche lluviosa, de las más lluviosas de aquella húmeda época del año donde llovía todos los días pero no con tanta intensidad. Zero y Anima estaban escondidos bajo uno de los carros parados frente a una de las tabernas más concurridas de la ciudad. Estaban empapados y muertos de frío. Unos niños de su edad, no más de siete años, desnutridos y sin ropa de abrigo no durarían mucho más en esas condiciones insalubres. Pero nadie iba a hacer nada por ellos, los niños huérfanos morían por decenas en las calles de Uvra durante las épocas de lluvia todos los años. Siempre los encontraban en los mismos lugares, pequeños almacenes abandonados, abrazados entre si en busca de calor sin demasiado éxito. Al terminar la época de lluvias los sacaban a todos y dejaban los cuerpos en el bosque para que las alimañas se comieran los restos ya que nadie estaba dispuesto a pagar la incineración de un cuerpo que no era de su familia. No era precisamente barato y tampoco querían hacerlo por ellos mismos. Zero abrazaba a Anima, intentando protegerla de frío con su propio calor solo que su cuerpo estaba igual de helado que el de ella y de nada servía abrazarla. Podían notar como la vida se escapaba entre sus dedos fríos e insensibles.

La gente salía de la taberna y marchaba a sus casas. Algunos veían a los niños bajo el carro pero o fingían no verlos o aunque les miraban fijamente desviaban la mirada mientras murmuraban “no son mir problema”. Los últimos en salir fueron tres hombres de hombres ataviados con ropa oscura. Capas que cubrían totalmente sus cuerpos y sus ropas, botas altas de cuero negro como el ojo de un cuervo, y por el sonido metálico que Anima llegó a oír, fuertemente armados aunque oculto bajo los pliegues de su ropa. Pero lo más llamativo de todo era el símbolo que ondeaba en sus capas, una media luna de color plateado dentro de un circulo adornado con sencillos tribales, el símbolo de la orden Ojos a Media Noche. Todo el mundo conocía esa orden llena de hábiles y valientes picaros. Era el gremio más poderoso de ese lado del mundo, todos les temían y admiraban a su vez. Dos eran jóvenes, no aparentaban más de veinte años, pero el tercero era más adulto. El primero, el más joven, era un muchacho con la mirada aun brillante, llena de sueños y esperanzas, deseoso de vivir aventuras y seguramente inquieto. Llevaba el cabello cortado muy corto, de color rojizo, piel pálida y el rostro plagado de pecas, y eso junto a su dulce mirada y ojos azul claro cual cielo de verano le daban un aspecto muy infantil y afable. El segundo era totalmente opuesto al pelirrojo y mucho más alto que él y que el adulto. Su piel era oscura, cabello largo hasta la mitad de la cintura, negro como el ébano, haciendo juego con sus ojos también oscuros. Su aspecto era tosco y parecía bastante fuerte, además de serio ya que con aquellos oscuros ojos parecía que podía atravesarte. Y por ultimo, el más adulto. Era un hombre de mediana estatura, quedando entre el pelirrojo y el moreno. Las arrugas de su rostro mostraban su edad y su experiencia en la vida. Uno de sus ojos era de color canela mientras el otro era gris, cruzado por una cicatriz, haciendo evidente su ceguera. El canoso cabello le llegaba hasta los hombros pero lo llevaba sujeto por un hilo de cuero marrón para que no le molestara.

Se quedaron bajo el porche de la taberna hablando animosamente, era obvio que iban algo bebidos y su guardia era baja en ese momento. Anima se separó de Zero y salió del carro por la parte contraria a la que se encontraban los hombres. Cubrió toda su piel, cabello y ropa con el oscuro barro del suelo para camuflarse en él. Zero la miró sin decir nada aunque algo extrañado por su comportamiento. El barro estaba muy frío y los dientes de niña no tardaron en castañear, descubriendo su posición. Agarró un sucio palo que había atrapado bajo la rueda del carro y se lo puso entre los dientes, evitando que así hicieran ruido. Fue arrastrándose por el suelo, lentamente y sin hacer ruido alguno, hasta quedar al lado del porche donde aquellos hombres se encontraban. Se acercó hasta las escaleras sin ser detectada por los hombres que seguían hablando de forma animada sobre cosas triviales. Se colocó hasta quedar tras el hombre más adulto. Zero intentaba no mirar para no levantar sospechas, eran obvias las intenciones de Anima para él ahora que estaba tan cerca de esos tipos.

Anima se puso de rodillas a espaldas del hombre y deslizó la mano bajó la capa del hombre en busca de su bolsa de monedas o de algo de valor que poder robarle. La torrencial lluvia seguía cayendo y hacía que el barro se deslizara por la piel de la niña, limpiando prácticamente la totalidad de su rostro y largo cabello. Rozó con la punta de los dedos la bolsa de piel repleta de monedas y sonrió al sentirlo pero antes de poder coger la bolsa la mano del hombre agarró su muñeca, tirando de ella y dejándola tendida en el aire. Ella pesaba poco por la mala nutrición, más bien inexistente, y el hombre además era mucho más fuerte de lo que parecía a simple vista. Anima intentaba liberarse de ese fuerte agarre cuando el hombre la miró a los ojos de tal forma que hizo que a la niña se le helara la poca sangre caliente que le quedaba en el cuerpo.

- ¿Que crees que estas haciendo, jovencito? - Preguntó el hombre con voz calmada.

- ¡Un ladronzuelo! ¡Dale una lección! ¡Corta su mano! - Gritó el moreno con entusiasmo y molesta a la vez.

- Pero es muy pequeño... Si le cortamos una mano morirá en cuestión de horas – Replicó el pelirrojo algo más compasivo.

- Morirá de todas formas, ¿No ves su estado? Esta en los huesos... - Le respondió el adulto con desdén.

Zero observaba la escena impotente, no podía hacer nada por ella para ayudarla y aunque pudiera ella y él llegaron al acuerdo de que si uno era capturado el otro le abandonaría para poder sobrevivir. Y Anima lo sabía por lo que no miró hacía el carro en ningún momento, mantuvo la mirada clavada en el hombre que la mantenía presa. De forma desafiante clavaba sus orbes color oliva en la profunda canela del ojo sano de su captor. El hombre tampoco desviaba la mirada de la niña en busca de un atisbo de debilidad que parecía no tener. Era una chica fuerte y parecía no temer la muerte. Aunque claro, bajo su punto de vista la muerte era inevitable, así que ¿porque temer algo que llegara quieras o no?

- No pareces asustado, chiquillo. - Dijo sin apartar su mirada de la niña. La mirada de la niña le fascinaba de alguna manera, tanta determinación y seguridad a pesar de la situación era digno de admirar. Ese espíritu combativo era algo poco común, habían hombres adultos que no lo poseían y verlo en una niña de su edad era asombroso.

Anima no respondió, mantuvo su mirada fija en el hombre que le hablaba. Nunca era dada a hablar y menos ahora que temía confesar que no estaba sola.

- Tienes mucho valor para ser tan enclenque – Sonrió y dejó que posara los pies en el suelo con cuidado antes de soltarla.

Cuando pudo posar sus pies desnudos en el suelo y fue liberada por su captor acarició una de sus muñecas con la otra mano. Su ropa estaba destrozada, si a una camisa vieja y ajada atada con una cuerda a modo de vestido se podía llamar ropa, y sucia. Su largo, sucio y enmarañado cabello que cubría casi todo su rostro hacía difícil ver si era un chico o una chica. Miró al hombre que le había liberado, aun de forma seria pero en sus ojos podía verse el desconcierto por haber sido sido liberada sin más.

- ¡Se va a escapar! - Gritó el moreno, visiblemente nervioso.

- No voy a conducir a la muerte a un diamante en bruto como este – Sentenció el mayor – Puede convertirse en un valioso miembro de nuestra orden.

Ambos jóvenes, e incluso Anima, le miraron sorprendidos por su afirmación. En Uvra solo podía entrarse en los gremios y ordenes después de pasar una dura prueba y bajo recomendación de un miembro antiguo. No era como reunirte con unos amigos. La niña aun no se lo creía, ¿Le estaba recomendando para entrar en su orden? Si entraba significaba un sueldo, un techo y comida caliente a diario. Y también lo significaba para Zero puesto que no pensaba abandonarlo bajo ningún motivo, jamás. Él había salvado su vida y ella le había jurado fidelidad, aunque fue con cinco tiernos años era el juramento más valioso que tenía. El moreno parecía que estaba apunto de explotarle una arteria mientras contenía las ganas de chillar.

- ¡Intenta robarte y la promocionas para entrar? ¡¿Estas loco, Harold?! - Gritó sin poder contenerse más.

El hombre adulto, llamado Harold, miró seriamente al moreno. A pesar de su aspecto calmado seguía siendo un superior y no podía tolerar una falta de respeto de ese calibre. Miró al pelirrojo y este asintió antes de sacar una pequeña daga oculta en su capa y clavarla en el corazón del hombre tosco y moreno. Anima contuvo su sorpresa y miró con indiferencia la escena antes de volver a mirar a Harold.

- ¿Y cual es tu nombre, chico?

- Anima, y no soy un chico – Dijo en un tono suave pero serio.

Harold se sorprendió un poco al descubrir que el muchacho en realidad era una chiquilla pero no le importó. Su espíritu combativo era lo que había llamado su atención, no su sexo. Asintió y tendió la mano a la niña para marcharse con ella al edificio de la orden, tenían mucho que preparar. La pequeña echó un rápido vistazo al carro pero Zero ya no estaba allí, seguramente había escuchado la conversación y ya sabía a donde tenía que dirigirse. Miró de nuevo al hombre y sostuvo su mano. La cubrió con su capa y se marcharon bajo la lluvia mientras el joven pelirrojo despojaba al recién fallecido de cualquier cosa que pudiera relacionarlo con la orden. Ojos a Media Noche jamás tenía bajas, al menos no visibles ante el mundo. Una vez terminada su tarea se marchó y antes de poder doblar la esquina un montón de niños se lanzaron sobre el cadáver para robarle las pocas pertenencias que le quedaban.

as Leer más...