Vigila tu sombra, nunca sabes quien puede volver a buscarte. - Zero.

domingo, 10 de octubre de 2010

Cap 2 – Espada

Hacia varias horas que Noa había ido a despertarle, incluso hacia rato que oía como todo el mundo se levantaba y estaban desayunando. El olor del desayuno preparado por Noa llegaba hasta su cama que se encontraba en el segundo piso.

Alfa dio un par de vueltas más en la cama pero el olor del desayuno no le dejaba volver a conciliar el sueño, así que se levanto con pereza de la cama y fue hasta el baño para asearse. Una vez despierto totalmente bajo las escaleras hasta el salón. El lugar donde ayer era una fiesta desenfrenada ahora era un salón con dos largas mesas ocupadas por personas somnolientas que devoraban el desayuno mientras hablaban a voces de la fiesta de anoche.


Les miro a todos intentando encontrar a Noa para desayunar juntos, como cada mañana. Allí estaba, donde siempre, sentada en la silla más cercana a la ventana mirando el paisaje.

- Buenos días, Noa – Dijo Alfa cuando llego a su lado.

- Buenos días, Alfa – Musito Noa con una sonrisa.

El desayuno transcurrió en paz, como casi todos los días.

- Buenos días a todos – Resonó la voz de Zero por todo el salón – Tengo una misión para quien la quiera, pero debe ser ahora mismo.

El silencio inundo la sala, nadie quería trabajar a la luz del día, era demasiado peligroso.

- Tal como esperaba, bueno, Alfa y Noa id vosotros.

- ¡¿Que?! Ni hablar, ¡estoy desayunando, Zero! - Espeto Alfa.

Noa se limitó a levantarse e ir hacia las escaleras mientras Alfa discutía con Zero. Cuando llego a las escaleras, se giro hacia Alfa y él ya estaba casi a su lado. Noa se limito a sonreír.



- Adelante- Dijo Zero cuando picaron a su puerta.

Alfa y Noa entraron en la sala de nuevo, se acercaron hasta él y esperaron ordenes. Zero no dijo palabra, solo señalo uno de los monitores. Era la imagen de una de las veinte zonas del puerto, estaban señalizadas según la pantalla que las ilustraba, así que era la zona siete. Miraron durante unos segundos la pantalla pero no vieron nada, hasta que se percataron de unas sombras en la parte inferior derecha. Eran unos hombres encapuchados, uno de ellos tenia las manos alzadas en dirección al agua. El agua estaba siendo manejada por ese hombre.

- ¿Magos? - Preguntó Noa con respeto.

- Fijaos en el agua... - Susurró Zero.

Volvieron a mirar la pantalla, esta vez centrando su atención en el agua. Poco podia verme aparte de las olas provocadas por el mago, pero por un instante algo más pudo verse, una mano. Los magos estaban ahogando a alguien.

Zero no tuvo que decir nada, antes de que se diera cuenta Alfa y Noa ya se habían marchado a por sus cosas.

Alfa entro en su habitación a por su armadura y Noa en la suya a por su bastón y pociones.

La armadura de Alfa poseía algo de magia así que era muy fácil de poner y no necesitaba ayuda. Pero su espada ya era algo diferente. A simple vista parecía una espada normal y corriente, y para muchos no solo lo parecía. Realmente era una espada normal pero guardaba celosamente un pasado tormentoso.

Alfa no pudo evitar contemplarla sin cogerla durante largos minutos.

- Alfa, date prisa! - Sonó la voz de Noa a través de la puerta.

Noa sabia perfectamente que estaba haciendo Alfa, esa espada era su bendición y su maldición. Nunca había hablado con él de ese tema pero Zero se lo contó todo.

La espada de Alfa, la cual su nombre es Whiteflake, fue forjada por la madre de Alfa poco después de su nacimiento. En ella encerró todo el amor y el cariño que sentía por su hijo recién nacido. Whiteflake fue forjada para proteger a Alfa y que él con ella pudiera proteger a sus seres queridos. Pero no pudo ser así, la primera norma rompió la segunda en mil pedazos.

Alfa paso toda su infancia entrenando con su espada, cada vez era mejor. A sus nueve años ya podía ahuyentar a los bandidos que intentaban robar el ganado de su madre. Estaba deseando que algún miembro de algún gremio de guerreros fuera al pueblo y le viera luchar. Pero ese día nunca llegaba, por suerte para su madre, por que si Alfa ingresaba en algún gremio no volvería a verle jamas aun que el pequeño no lo sabia.

Pasaron cuatro años y Alfa cada vez era más y más alto, y más fuerte y hábil con su espada. Apenas se relacionaba ya con los demás niños, todos le temían y ninguno quería conservar su amistad. Alfa no le daba demasiada importancia, tenia a su madre, no necesitaba a nadie más.

Un día la musica llego al pueblo, una caravana de trovadores, cuentacuentos, músicos y bailarinas había llegado al pueblo. Alfa nunca había visto nada igual así que en compañía de su madre fueron a ver el espectáculo. Los niños se sentaban en el suelo al rededor de los cuentacuentos mientras las bailarinas bailaban al son de la musica sobre el tejado de la caravana. Todo era llamativo pero al en especial llamo su atención. Una joven de cabellos dorados tocaba el arpa a los pies de la caravana. Alfa la miro embrujado largo tiempo hasta que ella noto su mirada, alzo la vista y él se enamoró perdidamente de sus ojos. Azules como el cielo, nunca había visto unos ojos más hermosos.

Cuando la musica cesó Alfa hizo acopio de su valor y se acerco a la joven que aun no había dejado de mirarle.

- Hola... - Dijo Alfa casi susurrando, su valor se había marchitado rápidamente.

- Hola visitante, espero que disfrutes del espectáculo de La Manada- Dijo risueña la joven.

- Si, si. Vuestra musica es fantástica., nunca escuche nada igual y... Tocas muy bien, quiero decir, ¡Todos tocáis bien! pero tu... esto... yo...

- Me llamo Wyn – Dijo entre risas.

- Yo me llamo Alfa... - Un silencio incomodo de varios segundos acabo cuando Alfa prosiguió – Si quieres cuando acabéis podría enseñarte el pueblo... Si vais a quedaros claro...

- Me encantaría.

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