Vigila tu sombra, nunca sabes quien puede volver a buscarte. - Zero.

lunes, 25 de octubre de 2010

Cap 3 – Espada II

Con los primeros rayos del sol Alfa salio de su casa, en busca de su nueva amiga Wyn. Hacia ya dos días que la caravana de La Manada había llegado a su pueblo y por el momento no parecía que tuvieran intención de irse, cosa que el joven Alfa agradecía enormemente.

Allí estaba Wyn, como los días anteriores, sentada bajo la sombra de un cerezo esperando pacientemente a su acompañante.

- ¡Buenos días Wyn! - Dijo mientras llegaba hasta ella – ¿Llevas mucho tiempo esperando?

- No, tranquilo – Contesto con una suave sonrisa.

El pueblo de Alfa realmente no era muy grande, es más, en una tarde podía verse todo pero él la llevaba a ver pequeños detalles del pueblo que no podían verse a simple vista.

- Y ahí debajo vive una familia de gatos – Dijo Alfa señalando el hueco de un árbol – La señora de esa casa de ahí los alimenta a diario.

- Que bonito – Dijo Wyn mirando el hueco esperando ver algún gato. - Es algo tarde, Alfa. Debería volver ya.

- Tienes razón, casi ha anochecido.

Volvieron al cerezo donde se encontraron por la mañana y allí se despidieron, como los días anteriores.

- ¿Nos veremos mañana? - Preguntó Alfa con temor.

Wyn se limito a sonreír como las otras veces, pero esta vez añadió un efusivo abrazo a su despedida.

- Buenas noches, Alfa – Y dicho esto se marcho.

Alfa se quedo atónito ante tal acto, no se esperaba una muestra de afecto así y menos tan pronto. Paso varios segundos inmóvil, Wyn ya se había marchado pero Alfa seguía sin poder moverse. Cuando recupero el control de su cuerpo y su mejillas dejaron de estar coloradas marcho rumbo a su casa, sin poder dejar de pensar en Wyn. Realmente Wyn se había convertido en alguien importante en su vida, aun que corta su estancia había sido intensa, y Alfa atesoraba todos los segundos que pasaba a su lado.

El sol se marcho a sus espaldas de camino a casa, Alfa no reparo en la extrañeza de aquel abrazo, solo podía pensar que tal vez, solo tal vez Wyn sintiera lo mismo que él sentía por ella. Tan absorto que estaba en sus pensamientos no reparo en que de camino a casa no se oía nada ni a nadie en todo el pueblo.

Cuando llego a su casa comenzó a sospechar, las luces estaban apagadas y no salia humo de la chimenea como todos los días. Un Alfa tembloroso desenvaino la espada y se acerco con cautela a la puerta.

- ¿Mama? - Dijo mientras abría la puerta con delicadeza.

Solo el silencio respondió a su llamada.

- ¿Mama? - Dijo esta vez más decidido.

De nuevo, el silencio. Alfa, ya más preocupado por su madre que asustado entro en la casa dejando la puerta abierta para que la luz de la luna iluminara mínimamente la habitación.

La casa estaba ordenada, como siempre, nada parecía haberla alterado pero su madre no estaba y no iba a irse sin avisarle, nunca haría algo así. Avanzo unos pasos de forma lenta y pesada, afianzando bien los pies en el suelo cada vez que lo tocaba. Se acerco a la puerta de la habitación de su madre que estaba medio abierta y de la cual salia una corriente.

- ¿Mama? - Dijo de forma más decidida.

Otra vez el silencio le envolvió, pero de repente un ruido hace que gire sobre sus talones de forma imprevista. La puerta se había cerrado, ahora solo le envolvía la oscuridad, y aun que Alfa aun no podía creerlo la oscuridad le daba mejor visión de su alrededor que la luz, él sabia exactamente la colocación de los muebles de la casa y los pequeños sonidos que esta hacia. Ahora podía oír las personas que le estaban rodeando aprovechando el velo de la oscuridad y la incertidumbre.

- ¿Donde esta mi madre? - Dijo de forma decidida mientras giraba hacia donde oyó que estaba uno de ellos.

- Esta muerta – Espeto una de las voces en la oscuridad.

Alfa creyó volverse loco al escuchar eso, no podía ser verdad, ¿quien podría quererle mal? No tenían nada de valor en la casa por la que matar a su madre, entonces, ¿por que? Las preguntas le envenenaban la mente y sin pensárselo dos veces arremetió con su espada a la oscuridad que le hablaba.

- ¡Mientes! - Grito desesperadamente Alfa mientras seguía golpeando al aire buscando a su enemigo - ¡No puede estar muerta!

Su ultimo grito fue prácticamente ahogado en llanto. Seguía arremetiendo contra la oscuridad pero no podía evitar que las lágrimas afloraran a sus ojos.

De repente un destello de luz proveniente de una rendija de la puerta descubrió la ubicación de su enemigo y sin pensárselo dos veces lo ensarto con su espada.

- ¡Dime donde esta mi madre ahora mismo! - Grito con furia.

Miro fijamente el rostro de aquel hombre, no podía verlo bien pues apenas había luz y sus ojos aun estaban húmedos. Sus lágrimas se secaron sobre su rostro, dejando su marca a su paso. Entonces Alfa se dio cuenta de que estaba cerca de la mesa, donde había una pequeña lampara de fuego mágico. La alcanzo con una mano y la encendió. Alfa no podía creer lo que estaba viendo, ¡era uno de los músicos de La Manada! Un miembro del clan de Wyn yacía muerto ante él. Ante la perdida del anonimato los otros dos hombres que estaban con él salieron corriendo por la puerta principal, haciendo un gran estruendo.

Alfa contemplo el cuerpo inerte de aquel hombre, había compartido largas conversaciones con él durante horas cuando Wyn no podía salir a pasear y ahora lo había matado, Alfa había matado a ese hombre con sus propias manos. Se le revolvió el estomago y no pudo evitar devolver lo poco que había comido en compañía de Wyn horas antes. Cayo de nalgas frente al cuerpo y se quedo allí contemplando el cuerpo durante un rato. Era la primera persona a la que Alfa le arrebataba la vida y no pudo evitar sentir remordimientos... ¿Como podría vivir con esto? ¿Que pensaría Wyn de él ahora? ¿Y su madre?... ¿Su madre? ¡Su madre! Por un momento había olvidado por que había arremetido con tanta violencia contra ese hombre, él le había dicho que su madre estaba muerta. Tenia que encontrarla. Miro la puerta de la habitación de su madre, por donde habían salido esos tipos momentos antes. Fue hasta la puerta, pero tenia un mal presentimiento. Apoyo la mano temblorosa en la puerta y la empujo con cuidado. Adentro primero la lampara de fuego mágico para alumbrar la estancia.

La habitación estaba destrozada, los muebles estaban por el suelo, la poca ropa que tenia su madre también y en la cama parecía que había algo. Un escalofrío le recorrió la nuca a Alfa, trago saliva y alumbro la cama. Sus peores pesadillas tomaban forma, el cuerpo sin vida y ensangrentado de su madre yacía sobre la cama. Estaba maniatada, con pequeños cortes por todo su cuerpo y con infinidad de lágrimas secas en su rostro. Era obvio que la habían torturado antes de matarla.

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